Madre no hay una sola
Dicen que madre hay una sola. Yo difiero de eso. Hay muchos tipos de madres: la madre biológica, la madre portadora, la madre adoptiva, la madre que te cría o la que por derecho o amor se gana el título.
Otra cosa completamente diferente es el instinto. Hay personas o animales que tienen instinto materno de por sí y hay otras que lo desarrollan luego de parir, como hay otras también, que aún paridas, no lo desarrollan nunca; y a veces es solamente un problema hormonal.
Mi reflexión viene de lo que me pasó la semana pasada en el campo luego del esperado parto de una de mis yeguas. Era primeriza, la preñez, en términos generales, fue muy buena. Ya estábamos cercanos a la fecha de parto, pero sus ubres no se llenaban de leche y ella no daba señales de alumbramiento.
Como estamos acostumbrados a que esto pueda suceder, la dejamos en un potrerillo cerca de la casa y estuvimos “ojo al charqui” toda la noche. ¿Por qué digo toda la noche? Porque curiosamente nuestras yeguas experimentadas paren de día en nuestra casa, debido a que saben que es su lugar seguro, que nosotros los humanos somos parte de su manada.
Como primeriza dió a luz de noche y nosotros lo sabíamos, terminó pariendo a la 1:20 am. El problema es que al parecer la pobre no sabía que estaba pasando, no entendía nada y colapsó. Miró a esta cosita que había botado al suelo con dolor, el terror se apoderó de ella y salió corriendo despavorida por el potrero con la placenta colgando.
Por su parte, la criatura recién nacida fue abandonada por su madre a pocos minutos de entrar en este mundo. Menos mal que la potranca nació sanita, que tuvo una paciencia de santa y que pudo esperar a su mamá hasta las 5 de la mañana para poder mamar. Eso sí, a la yegua la tuvimos que amarrar y ayudar para que no pateara a la cría.
Las siguientes horas fueron como una larga película de terror. La potranca trataba de acercarse a su mamá y ella entraba en pánico, la mordía y pateaba. Por suerte, nuestra pesebrera, acondicionada para maternidad, cuenta con protecciones fantásticas que recubren los muros.
Entendimos que lo que pasó fue una mezcla de factores. El parto fue muy rápido, creemos que hubo una poca liberación de oxitocina y que la yegua no se dio el tiempo de entender lo que sucedía. Sin embargo, necesitábamos urgentemente revertir esta situación y lograr que las dos se volvieran a querer, porque si no íbamos a tener que aplicar el plan B que era buscar una yegua nodriza y separarlas. De solo pensarlo se me partía el corazón.
Queríamos a toda costa darles a ambas la posibilidad de ser madre e hija. Lo que decidimos fue hacer a la yegua revivir hormonalmente el momento del parto.
Para ello, se estimula la liberación de oxitocina mediante un masaje en el cérvix y luego se le aplican dosis de otras hormonas para recrear nuevamente ese momento. También bañamos a la potranca en las secreciones uterinas de su madre y en su propia leche. Nos dispusimos a cruzar los dedos y rezar al cielo. Vigiladas en todo momento, la integridad de la potranca era nuestra prioridad.
La verdad es que estábamos con el alma en un hilo. Cada vez que abríamos la puerta de la pesebrera la potranca se nos venía encima como pidiéndonos ayuda desesperada.
Luego de unas horas ocurrió el tan ansiado milagro. Fue como si la yegua hubiera visto la luz, miró por primera vez a su potranca, se acercó y la olió. Comenzó a lamerla suavemente y a darle cariñosos mordisquitos en el anca. No lo podíamos creer, no sabíamos si reír, llorar o celebrar.
Se produjo una conexión instantánea, intensa e indisoluble. Finalmente, ocurrió el milagro de la maternidad. ¡Adiós plan B y C! ¡Vamos que la naturaleza es sabia!
Aún existía un problema, en este caso la potranca miraba con ojos incrédulos a su madre y parecía que se preguntaba ¿qué diablos pasaba? De repente se cambiaron los papeles y su madre empezó a seguirla por la pesebrera y la chica arrancaba en círculos hasta que se dio cuenta de que su mamá ya no le quería pegar sino que solamente la quería mimar y amar.
Elizabeth Kassis S.
Directora Ejecutiva de Haras Santa Ana
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