En la intersección entre lo tangible y lo virtual, mi obra explora la dualidad del arte contemporáneo. Como escultora que abraza lo digital, represento a una generación que desafía la dicotomía entre lo tradicional y lo moderno.
El debate sobre lo que constituye arte genuino se intensifica con la tecnología. Críticos como Robert Hughes deploran la “banalización del arte”, señalando cómo un NFT de Beeple puede alcanzar millones, mientras obras maestras languidecen en museos. Otros denuncian la “muerte del oficio”, argumentando que la facilidad digital diluye la verdadera maestría. Sin embargo, algunos recuerdan que las serigrafías de Warhol enfrentaron críticas similares. Mientras las obras virales tienden a desaparecer rápidamente, un Van Gogh o un Miguel Ángel permanecen eternos en su belleza y expresión, sin perseguir lo inmediato, sino lo majestuoso y trascendente.
Mi escultura sigue siendo primordial, pero el arte digital complementa mi expresión. Esta dualidad refleja nuestra era: el valor artístico no reside en el medio, sino en su capacidad de resonar y perdurar.
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